El diario digital de Sergio Urrego

10.09.2014 10:35

"Quiero morir sabiendo, aunque todo se pierda", una de las frases del joven fallecido.

Sergio Urrego murió el pasado 4 de agosto en el noroccidente de Bogotá. Se suicidó, a sus 16 años, luego de enfrentar problemas de presunta discriminación por su condición homosexual en el Gimnasio Castillo, donde cursaba grado 11. Esa, por lo menos, es la versión oficial sobre la muerte que ha causado indignación en el país.

Sin embargo, los textos que dejó Sergio en las redes sociales dan cuenta de su profundidad intelectual. No era homosexual, como se ha dicho. Él mismo afirmaba que no le ponía etiquetas al amor y que le atraían los dos sexos. “Estoy un poco cansado de responder esa pregunta (si soy bisexual). No creo que el amor tenga etiquetas, realmente. Pero, si de alguna forma, algunos/as sienten la necesidad de etiquetarme, preferiría que se me incluyese dentro de la teoría ‘queer’ (minorías sexuales que no son heterosexuales, heteronormadas o de género binario)”.

Esa es la característica principal de sus respuestas, una especie de contestación a las normas de la sociedad convencional. Todo quedó para la posteridad en la red social ASK, donde usaba el nombre de usuario de Mefistófeles, tal como él mismo explicó a un usuario, uno de los demonios que está al servicio de Satanás y se encarga de recolectar almas para llevarlas al infierno en ‘Fausto’, la obra trágica de Johann Wolfgang von Goethe.

“Es un personaje increíble, bastante intelectual, interesante y, al fin y al cabo, un demonio, con cualidades impresionantes”, escribió.

Su perfecta ortografía lo delataba. Era un lector empedernido, obsesionado. La literatura era su pasión, tanto como la ideología que decidió para su vida: el comunismo libertario. En su perfil respondía con criterio a cualquier debate político. En realidad, volvió este espacio un diario digital que sostuvo por más de dos años. Con todo tipo de temas.

Se decía ateo, admirador de Édgar Allan Poe y de diversos gustos musicales, entre ellos la ópera; estaba orgulloso de su gato Oreo, que adoptó. Expresó que pensaba estudiar Ingeniería Ambiental en la Universidad Distrital de Bogotá, “por ser una de las mejores universidades públicas en ingenierías”. Defendía esa carrera de forma simple: “Si pretendemos crear un mundo nuevo, este tendrá que ser ecológicamente sostenible”. 

A pesar de que el próximo 25 de noviembre cumpliría 17 años, Sergio no titubeaba en hablar de religión, de música, de cine, de dios, de religión, de sexo, de amor. De la vida misma. De lo que quería hacer antes de morir: “Aprender a ser libre; concienciar a la gente; crear una revolución; educar e instruir; ver bastantes películas; leer la mayor cantidad de libros posible; conocer música por montón; culturizarme y culturizar a los demás; asesinar o amar a alguien; suicidio fundamentado”.

La muerte, inevitablemente, era un contenido permanente en sus mensajes. “Si tuvieses superpoderes, ¿cuál sería y como lo usarías?”, le preguntan. Él responde: “Elegiría la inmortalidad, para experimentar cuantas veces quiera el suicidio”.

Defendía esa forma de morir. La consideraba “uno de los actos más valientes que puede llegar a cometer el ser humano y la única salida que existe de un infierno terrenal”. Y exponía: “Aquel que toma la decisión de quitarse la vida voluntariamente, ha dejado de lado las moralidades obscenas que nos han impuesto a través de los años, se ha liberado de ataduras con las que nos mantienen en una larga vida sin objetivo y con valor ha enfrentado la muerte. Independientemente del motivo por el cual una persona se suicide o se quiera suicidar, la decisión es plenamente personal y no se debe ver a través del cristal moral o cristiano, simplemente, hay que aceptar la osadía de esta emancipadora acción”. 

El caso de Sergio abrió en el país un debate sobre la discriminación a los estudiantes por su orientación sexual. Sus palabras en ASK marcarían su destino. Cuando le preguntaron por qué sabía tanto, él se limitó a contestar: “No sé nada y ese es el problema, lo que he aprendido se perderá y lo que ignoro parece no querer adentrarse en una mente como la mía”.